domingo, 15 de febrero de 2015

Camino de la frontera III

III- Nicirin, Guaraná palestina

El paisaje de aquel Uruguay profundo era la lluvia. El verde de la pampa interminable se estrellaba contra el gris del aire. Desde el medio del vacío aparecía una familia callada, que subía al colectivo en silencio y estrechaba el rostro contra la ventana mojada antes de volver a bajar y perderse de nuevo en la vastedad.
Poco a poco la llanura era interrumpida por el cauce angosto y fuerte de arroyos y ríos turbios, tantos que nadie se ocupó en poner sus nombres en un cartel. Las palmeras iban ganándole terreno al vacío. Y aparecían a lo lejos la silueta algunos montes perdidos entre la niebla y el griterío del verde. Era uno de aquellos trayectos en los que cuando se llega al primer conjunto de casas uno advierte que llegó a destino, porque el mapa no indica nada más que soledades y líneas sin puntos. Y no me equivoqué, eso que veía por la ventana (siempre el camino hasta las terminales tiene cara de barrio) era Artigas.

jueves, 5 de febrero de 2015

Camino de la frontera II

II- Rosa, el cíclope frenteamplista

Llegué a Salto una mañana de lluvia. Si me esforzaba en recuperar algunos fragmentos deshilachados de memoria y no rendirme al sueño el resultado daba lo siguiente: la noche maldurmiendo en el micro desde Buenos Aires en el que viajaba un hombre de túnica y topi que bajó en Paysandú y al que apodé “el musulmán misterioso”, el sello mal puesto de los empleados de migraciones yoruguas en mi pasaporte, la sala de espera VIP de la Terminal de Retiro como refugio asillonado del caos y confidente de mis últimas inseguridades viajeras, la casa de mi amiga Caro y las tardes de charla y té, el amable chofer del 101 que me llevó a su casa, la partida, temprano a la mañana desde Mar del Plata dos días atrás, la despedida de mi amor y de mis plantas.
Y ahora estaba ahí y todo se salía inesperadamente del esquema.

lunes, 2 de febrero de 2015

Camino de la frontera- fragmentos de un viaje por los confines de Uruguay, por los comienzos de Brasil


Una fuerza tal podría llamarse una cosmovisión «mágica», un sentido de la vida que rechaza el «mero» azar de una realidad de señales y prodigios, de las coincidencias significativas y de las «revelaciones». Como cualquiera que haya intentado alguna vez podría atestiguar, los viajes intencionales la abren inmediatamente a esta influencia «mágica».” Hakim Bey, Superando el turismo

Hace más de un año que no aparezco en este blog. En estos doce meses vi nuestras plantas crecer y morir, leí mucho, aprendí palabras nuevas y las olvidé antes de lo esperado, conversé, caminé por la playa bajo los vientos de todas las estaciones, dibujé las flores que salvajes se abrieron paso en la tierra baldía, escribí páginas que nadie leyó, canciones que solo nosotros oímos. Viajamos a lugares cercanos en distancia pero distantes en experiencias y en esos viajes vi una laguna vestirse de dorado con el sol del fin del día y una procesión de tambores aprender del fuego que los templó el secreto para destruir el helado aire de mayo, en un barrio con olor a leña y calles de adoquines. Y como siempre el invierno fue largo y el verano efímero pero eterno. Todas las historias de esos días se escaparon en tardes bajo el sol de una plaza verde de loros, en mediodías de mates amargos y radio turbia, en el cansado entusiasmo del ojo contra el papel, mientras escribía el libro de mis viajes, que pronto, InshaAllah, estará terminado. Y así llegó diciembre y la promesa de una viaje pequeño que logré arrancarle a los tiempos. Y a la jornada le quité algunas palabras, algunas historias. No son pensamientos, o tal vez sí. Crónicas disociadas de la autobiografía pero no de la experiencia.  Una serie de relatos del camino de la frontera.