lunes, 2 de febrero de 2015

Camino de la frontera- fragmentos de un viaje por los confines de Uruguay, por los comienzos de Brasil


Una fuerza tal podría llamarse una cosmovisión «mágica», un sentido de la vida que rechaza el «mero» azar de una realidad de señales y prodigios, de las coincidencias significativas y de las «revelaciones». Como cualquiera que haya intentado alguna vez podría atestiguar, los viajes intencionales la abren inmediatamente a esta influencia «mágica».” Hakim Bey, Superando el turismo

Hace más de un año que no aparezco en este blog. En estos doce meses vi nuestras plantas crecer y morir, leí mucho, aprendí palabras nuevas y las olvidé antes de lo esperado, conversé, caminé por la playa bajo los vientos de todas las estaciones, dibujé las flores que salvajes se abrieron paso en la tierra baldía, escribí páginas que nadie leyó, canciones que solo nosotros oímos. Viajamos a lugares cercanos en distancia pero distantes en experiencias y en esos viajes vi una laguna vestirse de dorado con el sol del fin del día y una procesión de tambores aprender del fuego que los templó el secreto para destruir el helado aire de mayo, en un barrio con olor a leña y calles de adoquines. Y como siempre el invierno fue largo y el verano efímero pero eterno. Todas las historias de esos días se escaparon en tardes bajo el sol de una plaza verde de loros, en mediodías de mates amargos y radio turbia, en el cansado entusiasmo del ojo contra el papel, mientras escribía el libro de mis viajes, que pronto, InshaAllah, estará terminado. Y así llegó diciembre y la promesa de una viaje pequeño que logré arrancarle a los tiempos. Y a la jornada le quité algunas palabras, algunas historias. No son pensamientos, o tal vez sí. Crónicas disociadas de la autobiografía pero no de la experiencia.  Una serie de relatos del camino de la frontera.

I- A modo de advertencia
Que no vaya. Que ahí no había nada para ver. Que todas las fronteras son peligrosas tierras de traficantes. Que todo el campo está vacío. Que por qué no visitar Colonia, seguro valuarte turístico. Que por qué no ir derecho a Montevideo, a visitar a la familia. Que por qué no quedarme en casa. Que para qué viajar sola. Que no vaya. Que ahí no había nada para ver.
Y del otro lado algo así como una sed alimentada por la gozosa piel de los mapas y el retumbar sigiloso de algunos datos averiguados después, mucho después, de que esos puntos en el plano me cautivasen y me llamasen sin más poder que el desnudo sonido de sus nombres. No sabía nada y por eso quería ir, para borrar la negrura del vacío con colores y darle relieve a la carta rutera. Y pronto supe que aquellas eran tierras de tres culturas, donde se hablaba el castellano, el portugués y el árabe, que era una nación gaucha de hombres con botas y sombreros, pero también de musulmanes a los que quería conocer, que los parques separaban tímidamente los países pero eran muy pocos los que reivindicaban una nacionalidad, que aquellas eran tierras mestizas, mezcladas, mixturadas. Y supe también que iba a ir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario